Sin embargo, para un matrimonio riojano de Casalarreina, un agricultor, hijo de fusilado y maestra viuda, de 39 años y su mujer, sirvienta desde bien jovencita, de 42 años, sí fue un día especial. Aquél día, por eso de tener a los hermanos trabajando en la DKV de Vitoria, como tantos riojanos emigrados a las fabricas vascas para buscarse un porvenir, ese agricultor y su mujer decidieron tener a su hijo en la capital alavesa. Fue en el Hospital de Santiago, y según oídas fue el día más feliz para Emiliano. De la madre que decir, pues con 42 años, y más de los de entonces, casi había perdido la "esperanza" de tener un hijo, de no ser por tener un nombre tan hermoso, que según se dice es lo último que se pierde. Mis primeras horas y días de vida las debí pasar junto a mis padres y tíos, Pepe y Ana-Mari, hasta que a los tres días nos venimos a nuestra casa familiar en Casalarreina.
Hoy cuarenta años después de aquel día, también tengo la fortuna de tener un maravilloso hijo (y también fue un día inmenso), así como una mujer extraordinaria. Me faltan aquéllos que me trajeron al mundo, y desgraciadamente desde hace demasiado tiempo, pero no hay día en mi vida que no les recuerde.
Esta mañana, mi tío Pepe recordaba con detalle a nuestro buen amigo José Luis, como fue aquel día en el que me trajeron a este mundo... Y es verdad que la vida, por dura y difícil que se ponga, junto con la sonrisa de un niño, de mi niño, es el mejor regalo que podemos recibir.
Un doce de octubre de 2011.
Esta mañana, mi tío Pepe recordaba con detalle a nuestro buen amigo José Luis, como fue aquel día en el que me trajeron a este mundo... Y es verdad que la vida, por dura y difícil que se ponga, junto con la sonrisa de un niño, de mi niño, es el mejor regalo que podemos recibir.
Un doce de octubre de 2011.
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