04 diciembre, 2006

la Constitución y sus celebraciones

Hoy en Logroño, capital de nuestra comunidad autónoma, y pequeña corte riojana, no tanto porque en ella habite ninguna familia real, sino por la similitud que tiene, en cuanto a "mentideros" e "intrigas capitalinas" más que por ser foco de ilustrados, que diría mi amigo y diputado Manolo Medrano, hemos tenido fastos que celebrar.

Sí, en esta pequeña "villa y corte" riojana llamada Logroño, centro central por el que gira el universo de nuestra autonomía, se ha celebrado en "el Parlamento" (por llamarlo de alguna manera) el día de la Constitución. Para tal conmemoración hemos contado con el Presidente del Consejo de Estado, el jurista Francisco Rubio LLorente. La verdad es que el discurso ha merecido la pena, ha sido riguroso, claro y sin tapujos. Se ha referido a diferentes aspectos, pero daba gusto escucharle cuando ha recordado los años de la dictadura franquista, la falta de legitimidad de aquel régimen, nacida de la victoria de una guerra entre españoles, donde según Rubio Llorente, los vencedores escibieron su nombre en las fachadas de las iglesias, (había que ver la cara entre el público del que era o es secretario de la diocesis, el cura J. G. Turza). Pero no se quedó ahí Rubio Llorente, también ha estado rotundo cuando se ha referido a la necesidad de reformar la Constitución (la cara de Sanz era un poema). En fin, que la visita madrileña ha estado "sembrada". Todo ello se refrendaba en mi ánimo y bastaba observar las caras de algunos diputados del PP, o bien verles revolverse en su escaño para saber que Rubio Llorente estaba haciendo un excelente discurso.

Ahora, las anecdotas.
Después del discurso y de los himnos, como viene siendo habitual en años pasados, se ha servido un "aperitivo", el cual a pesar de ser abundante, no ha quedado del mismo ni las migas, y es que aunque los invitados que acuden pueden llegar a parecer una especie de elites riojanas, venidas a más (o a menos), y donde todos se esfuerzan en aparentar ser muy "ilustrados"y finos, pero a la hora de la comida más me ha recordado aquellos "lunchs" que se servían en la "sindical" de mi pueblo, en los cuales se arrasaba con todo, que a otra cosa; aunque es posible que quizá sea por eso, porque como en el fondo todos, con más o menos oropeles y diferentes ropajes, somos lo que somos; o dicho de otra manera y en palabras de otro buen amigo, Chuhi Urbina, "total que ahora algunos quieren reinventar lo rural... ¿que es eso de reinventar lo rural, ahora vienen con estas?

Por otro lado, con menos "bobería" (y defendiendo a sus familias), antes del "acto" estaban a las puertas del Parlamento un grupo de trabajadores forestales que han pedido la dimisión de la Consejera del ramo, la sra. Vallejo, por jugar con el futuro de sus familias. Con un par.

En cuanto al ágape y sus aledaños, que daría como para escribir dos crónicas, no es de esos lugares donde un servidor disfrute, salvo por contar con la compañía de algún compañero ingenioso (Nacho Pérez) que ha hecho que lo que podía haber sido un sofocante suplicio en diciembre, todo ello entre "figurines" esforzandose en hacer el "paripé" aparentando no se sabe muy bien qué, y "pavoneandose" como si estarían encantados de haberse conocido, se ha convertido en un rato agradable, donde incluso han cabido algunas risas.

En fin, que el día se pasó de aquella manera y además, por si fuera poco, aunque es una anécdota, me alegro de haberme negado a colocarme la "medalla del Parlamento", que su presidente: Ceniceros (que este sí está encantado de haberse conocido) recomendaba llevar a los diputados en la convocatoria del Pleno (se ve que había que lucir). Lo que nos faltaba: no tenemos ni para bolis; nos reunimos de ciento en viento, menos que cualquier parlamento de España; nos hacen la vida imposible; nos meten (a 14) en un despacho diminuto, como ovejas (enlatados); nos niegan información; tratan a este Parlamento como si fuera una Diputación; lo denigran hasta la saciedad y todavía quieren que me ponga la medalla, y todo ello para más gloria de farsantes que no creen (ni han creido) en la democracia más que por los privilegios de los cuales se sirven. ¡Venga ya!

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